Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



sábado, 9 de enero de 2010

La Batalla

por María

Hoy tendrá lugar la primera de las batallas. Si todo sale como espero no será la última. Para ganar esta guerra es necesario luchar durante varias jornadas, derrotar a distintos rivales. Da igual el momento del día que sea, los ejércitos enemigos siempre son los mismos. No hay diferencias entre unas huestes adversarias y otras, si acaso la mayor o menor experiencia de aquel que les dirige. En realidad apenas hay diferencias entre ellos y el ejército que yo mismo conduzco: mismo objetivo, misma forma de posicionarnos al comienzo de la contienda, mismos movimientos. Únicamente el color de nuestra piel nos separa.
Ha llegado la hora. Suspiro profundamente y miro las piezas que componen mi arsenal. Algunas armas son más poderosas que otras, pero todas ellas me esperan relucientes, deseando ser usadas. Entonces me fijo en mis manos. Estas manos que dentro de más o menos tiempo, no lo sé, me habrán ayudado a conseguir la gloria. Tantos años con ellas, entrenando con precisión toda suerte de ejercicios, y ahora, juntas, podemos poner en práctica nuestros conocimientos. Pero no todo es destreza con las manos, quizá eso sea lo de menos. Lo importante está más arriba, en mi cabeza. La paciencia, el estudio del rival y del terreno, la táctica. Ahí reside la verdadera fuerza. Sólo eso podrá derrocar a un rival tras otro. Pienso en mi estrategia mientras observo el campo de batalla. Poco a poco comienzo a dar las primeras órdenes, a situar a cada uno en el sitio que le corresponde inexorablemente. Segundos después miro al frente y lo veo. No hay duda. El ejército enemigo también está preparado.
Noto los nervios, mis manos empiezan a sudar. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando a lo lejos, más atrás de la primera línea de fuego, diviso el castillo. Sus dos torres blancas, imponentes, con sus recortadas almenas sobresalen por encima del resto. Están perfectamente alineadas y al mirarlas detenidamente percibo un reflejo de luz. Me pregunto si serán de mármol.
Pienso en los habitantes de ese castillo. En aquellos que según avance la batalla irán cayendo poco a poco. Pero sobre todo pienso en él, su Rey. Ese anciano de barbas blancas es nuestro verdadero objetivo. Todo gira a su alrededor. Cuando le destronemos el combate habrá terminado. Poco nos importa que parezca débil, que se mueva despacio, pasito a pasito. En el fondo él es su reino y cuando él no esté ya nada tendrá sentido. Por eso no podemos despistarnos ni tener compasión de él. Su esposa, la Reina, siempre nos pareció una mujer más poderosa, tan activa, moviéndose ágilmente de un sitio a otro, más protagonista de las luchas encarnizadas que su propio esposo. Pero es sólo fachada, el verdadero poder lo tiene él, el Rey. Cuando la cruz que reposa en lo alto de su corona sea nuestra podremos sentirnos por fin vencedores.
Entonces una señal nos indica que la batalla ha comenzado. No sé si aquel que dirige el ejército rival es un guerrero experto o no. Cabe la esperanza de que sea un joven imberbe, con ansias de aprender, pero con pocos lances a sus espaldas. Eso sería una gran suerte para mí. Pero puede que sea un soldado con gran pericia, sagaz, quien sabe si descendiente de los temidos guerreros rusos. Sin embargo sus primeros movimientos denotan que quizá sea un combate más breve de lo esperado. Sí, es casi seguro que no tendré que desgastarme. He visto sus dos caballos blancos. Primero uno y después el otro. Los corceles se mueven con un trote curioso, como saltando de un lado a otro. Les miro sonriendo y creo notar un brillo en sus lomos. Desde esta distancia parecen de marfil. Podría haberme enviado a cualquiera de los soldados de primera línea, a ese ejército de bajitos, pero no, ha preferido entretenerme con dos pobres rocines que saltan de un lado al otro como locas cabalgaduras sin ninguna finalidad.

Ha sido fácil. Mucha más de lo esperado, no creo que haya durado ni un minuto. Uno, dos, tres y cuatro: jaque mate. Muevo mi peón de negras, mi reina y mi alfil. Es el jaque pastor, el movimiento más rápido y letal en ajedrez. Ventajas de jugar con un principiante.