Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



jueves, 23 de diciembre de 2010

Hace ya casi un año que nació Cabezas de Ajo y por eso iniciamos nuestro blog con la palabra "Alumbramiento". Hoy 23 de diciembre de 2010 es un día muy especial porque otro alumbramiento ha tenido lugar. Desde Cabezas de Ajo queremos dar la enhorabuena a los padres de Ana que si bien ayer no les tocó la lotería hoy tienen 3,170 kilos más de felicidad en sus vidas. Marta y María.


Las alas de los saltamontes


Para Ana, con el deseo de que siempre vuele.


¿Sabéis lo que es un saltamontes? Seguro que alguna vez habéis visto alguno de estos insectos en el campo, saltando de un sitio a otro. Gracias a sus largas patas traseras pueden dar grandes brincos y, cuando son mayores, también tienen unas pequeñas alas pegadas a su cuerpo. Los saltamontes suelen ser de color verde, pero hay otros marrones o grises, que se camuflan con el color de la tierra. Incluso hay algunos que tienen las alas azules o rojas. Con suerte podéis verlos volar.

Esta historia que os voy a contar sucedió hace mucho tiempo en un lugar muy lejano. En ese sitio había muchas especies de animales que vivían tranquilamente alrededor de un estanque. Los saltamontes eran los insectos mejor organizados de ese lugar. Sus primos los grillos se parecían mucho a ellos y juntos cantaban por las noches bonitas canciones. Todos los veranos se celebraba un concurso de salto y, aunque el resto de insectos se entrenaba duramente, los saltamontes siempre se proclamaban campeones. Además eran muy responsables y nunca les faltaba comida en sus casas. Los hijos de los saltamontes, sus crías, se parecían en todo a sus padres salvo que no tenían alas. Debían crecer para ello. Todo parecía perfecto en el mundo de estos saltarines insectos, pero había un gran problema: los saltamontes no eran felices. Por mucho que fueran los insectos más listos y trabajadores del estanque no lograban encontrar la felicidad.

Un día, cansados de esta situación, se reunieron para buscar soluciones. Los más jóvenes opinaban que debían ir a otro lugar a buscar la felicidad, mientras que los más ancianos creían que lo mejor era quedarse en el estanque y seguir esperando. Al final Saltitos, el más divertido del grupo se puso serio y dijo: “Amigos, creo que ha llegado el momento de consultar a Vetusta”.
Vetusta, era el animal más importante de todo el lugar. Si alguna vez había algún problema Vetusta se encargaba de solucionarlo. Cuando los animales necesitaban consejo acudían a ella, por eso siempre había largas colas alrededor de su casa. Vetusta era una rana.
Era la primera vez que los saltamontes iban a visitar a Vetusta, por eso estaban algo nerviosos. Cuando le contaron su problema la rana empezó a croar y les dijo:
“Queridos saltamontes: el secreto de la felicidad está en vuestras alas”
Y tras decir esto se sumergió en el estanque. Los saltamontes regresaron a sus casas sin saber muy bien lo que quiso decirles la rana Vetusta.

Pasaron los días y seguían sin descifrar el mensaje que la sabia rana les había dado. Las crías estaban muy tristes porque como todavía no les habían crecido las alitas pensaban que no podían ser felices. Algunos intentaron arrancarse sus propias alas para ver si averiguaban dónde se escondía aquello que tanto buscaban. Sin embargo pasaba el tiempo y todo seguía igual. Ahora además de no ser felices estaban obsesionados con sus alas. Las miraban una y otra vez, intentaban tocarlas con sus patas delanteras, pero no había manera.

Una mañana de invierno Saltitos se fue a dar un paseo y se alejó más allá del territorio conocido. Pronto empezó a ver que ese lugar no le gustaba, no era una zona tan segura como su querido estanque. A pesar de todo, siguió brincando de piedra en piedra. De repente un escarabajo enorme se abalanzó sobre él y Saltitos hizo una cosa que nunca antes había hecho. Frotó sus pequeñas alas y vio como empezaba a elevarse dejando debajo al escarabajo gigante. Entonces es cuando se dio cuenta de que estaba volando. Al igual que sus amigas las moscas del estanque ¡¡¡estaba volando!!!

De regreso al estanque les contó al resto lo que había ocurrido. Desde ese día los saltamontes no sólo dan grandes saltos, también vuelan cuando ven algún peligro o cuando se juntan en grupo y van de un sitio a otro. Gracias a sus vuelos empezaron a ver el mundo de otro modo. Cruzaron la frontera de su estanque y aprendieron a valorar lo que tenían. Sin embargo las crías, como no tenían alas, seguían pensando que no podían encontrar la felicidad, pero Saltitos les dijo:

“Tranquilas amigas. Nosotros, vuestros padres y madres, nos hemos pasado mucho tiempo buscando la felicidad. Nos dijeron que estaba en nuestras alas y queríamos atrapar éstas constantemente, sin darnos cuenta de que estaban con nosotros. Justo cuando dejamos de perseguirlas nos dimos cuenta de que ellas viajaban a nuestro lado”.

Por eso, queridas amigos, si tenéis la suerte de ver algún saltamontes volando acordaros de esta historia que ocurrió hace mucho tiempo. Y si alguna vez veis que algunos no pueden escapar de los escarabajos gigantes será porque, al igual que a los hombres, se les habrá olvidado que la felicidad la llevan dentro.