Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



domingo, 15 de marzo de 2015

En Praga, un instante.

Cuento publicado por Marta en nuestro libro "Si te digo que la burra es negra..."



Kristýna salió pitando del trabajo. Aquella abrasadora tarde de julio llevaba unas medias “verdemoco” pegadas a su piel y al subirse al tranvía un niño dijo: “Mamá, mira, un extraterrestre”. Se bajó en la parada de Malostranské náměstí pensando si el niño no tendría algo de razón. Últimamente se sentía extraña en su propia ciudad, algo había en aquella Praga; algo en el aire, en la cara de la gente…y algo en aquel calor asfixiante que no le dejaba respirar. Se fijó en los rayos de Sol que incendiaban los escaparates de las tiendas. “Si el Sol se apagara ahora mismo tardaríamos más de ocho minutos en enterarnos debido a la distancia a la que nos encontramos. Hay que joderse, ¡ocho minutos!, todo el mundo a mi alrededor tan tranquilo, pensando en su propio ombligo...¿y si ya llevamos siete?”

En la otra punta de Praga el joven Matthias enumeraba internamente a la par que la línea de teléfono daba los tonos de espera “Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno…” –No podemos atenderle, deje su mensaje después de la señal.- ¡Hola!, Mamá, soy yo, que sólo te llamaba para decirte que esta tarde voy a salir, así que no me llames a casa porque no estaré…y mucho menos lo de presentarte por la noche sin avisar…pues eso…un beso.–

Kristýna cruzó la calle y aceleró el paso aferrándose al descomunal bolso que colgaba de su hombro. Las gafas resbalaban por su nariz sudorosa queriendo alcanzar la punta. Después de quince minutos apresurados llegó a la parada. Se paró en seco y esperó que viniera el tranvía número 6 en dirección Laurova. Tenía sólo una hora y media para llegar a su casa, ducharse, arreglarse y salir en dirección a la Plaza de la Ciudad Antigua, frente al reloj astronómico, donde tendría lugar la esperada cita.

Matthias bajó de dos en dos las escaleras de su portal para coger el tranvía en la parada de Lehovec. Notó que el cuero cabelludo no le transpiraba bien a causa de la desmedida cantidad de gomina que había utilizado. Llevaba unos mocasines marrones, y unos pantalones vaqueros negros que años atrás habían estado de moda. Tenía calor. Con disimulo palpó el preservativo que llevaba en el bolsillo y pensó que ojalá pudiera utilizarlo esa misma noche. Y en ese preciso momento se sintió muy pequeño en la inmensidad del Universo.

A Kristýna no le convencían las citas a ciegas, pero reconocía que Internet era un buen modo de pasar el primer filtro. Rápido y práctico. Nada de desperdiciar las horas en sórdidas discotecas con la música a todo volumen; para ella las noches estaban hechas para contemplar la luna. No fumador, gusto por la lectura, la informática y el cine de ciencia ficción. 1,78 metros de estatura y 34 años. Aceptar. Recogió su pelo en una larga trenza y se puso el vestido negro de tirantes. Acomodó sus pechos al sujetador con relleno y se puso dos gotas de esencia de bergamota detrás de las orejas. Salió de casa y se fijó en el cuarto creciente que se asomaba en el cielo, todavía azul, del atardecer.  En unos días, una imponente luna llena coronaría el firmamento. ”¿Algún voluntario para poner nombre a los cráteres conmigo?”

Matthias se sentó en el tranvía delante de una pareja de adolescentes. No podía evitar mirar de reojo el juego de cortejo que mantenían. Ella frotaba la nariz contra sus pómulos y él respondía colando la mano por debajo de su cintura. Matthias disimulaba al mirarlos, había algo en la espesa cabellera dorada de la chica y en su tez blanquecina que le resultaba familiar. De prontó la visualizó desnuda, tapándose tímidamente el pecho y el pubis con los tirabuzones. Después miró por la ventana y se quedó pensando. “Precisamente en Venus tendría que haber nacido yo; allí no sería el raro…teniendo en cuenta que el planeta gira al revés.”

Kristýna decidió ir caminando hasta el lugar de la cita. Cruzó el puente de Jirásek y se fijó en los barcos rebosantes de turistas que surcaban el Moldava. Algunos, los más estrafalarios, le saludaban fervientemente esperando ser correspondidos del mismo modo, lo cual le hizo sentir incómoda. Miró al frente y se topó con la figura del rompedor Tančící dům, su edificio favorito. Fijarse en sus líneas sinuosas y sus ángulos poco convencionales era como ver a Fred Astaire y Ginger Rogers bailando juntos. Pero ella no era tan guapa ni tan talentosa como la actriz, ella era una chica tímida y silenciosa que soñaba con las estrellas.

Cuando Matthias llegó a la Plaza del Ayuntamiento el reloj astronómico estaba  a tan solo unos minutos de marcar la hora en punto. Pronto comenzaría el tradicional movimiento tambaleante de las figuras que flanqueaban las esferas: la Lujuria, la Avaricia, la Vanidad y la Muerte. Era de admirar la cantidad de turistas que se arremolinaban a los pies del reloj para presenciarlo; aunque no le extrañaba, a él le seguía gustando a pesar de haberlo visto cientos de veces desde que era niño. A Matthias le apasionaban los turistas, en ocasiones se sentaba en alguna cafetería de la Malá Strana a verlos pasar. Le gustaba fijarse en las diferentes formas de caras y constituciones según las nacionalidades. Se divertía imaginando las vidas en sus respectivos países de origen. “Un alto ejecutivo de Tokio…Una joven estudiante universitaria italiana, ¿o quizá española?”. Lo cierto es que Matthias nunca había salido de su país y fantaseaba con la idea de poder viajar. A pesar de que sabía que, debido al movimiento de la Tierra alrededor del Sol, recorría anualmente casi mil millones de kilómetros sin salir de su Praga natal.

-Protection, protection!- indicaba el vendedor de marionetas mientras señalaba la escoba de la bruja que tenía entre manos. Una pareja de turistas se acercó para interesarse. Kristýna los miró y enseguida se identificó con la chica de tez pálida y gesto retraído. Su novio sacó la cartera y extrajo un billete. Parecían tan enamorados…
El mercado de la fruta frente al Teatro Estatal se había convertido en los últimos tiempos en un hervidero de gentes venidas de todos los lados; turistas y habitantes de Praga que se mezclaban para comprar souvenires, coliflores o fresas. A Kristýna le encantaba presenciar este tipo de escenas. Soñaba con ser algún día esa turista agarrada a la mano de alguien que la hiciera sentirse única en cualquier ciudad del mundo. “Tal vez soy demasiado romántica…¡menuda utopía ser única en un planeta en el que hay más de siete mil millones de personas!”
El destello de un par de relámpagos y los ruidos de los truenos a lo lejos hicieron volver a Kristýna a la realidad. Miró su reloj, tan solo quedaban cinco minutos para la cita. La inquietud que le provocaban este tipo de encuentros se manifestaba siempre con sudoración en sus manos y un ligero taponamiento de oídos. Los dueños de los puestos comenzaron a cubrir con plásticos la mercancía. La tormenta de verano que la ciudad de Praga necesitaba estaba a punto de llegar. 

La explanada frente a la fachada fue despejándose de turistas después de que el reloj quedara inmóvil. Las gotas de lluvia, gordas y pesadas, también contribuyeron a que la gente comenzara a resguardarse bajo los toldos. Matthias miró de nuevo al reloj y se sintió absurdo por hacerlo otra vez. Miró al cielo y deseó con todas sus fuerzas que la tormenta no se desatara; tenía todo calculado al milímetro y un aguacero monumental le obligaría a cambiar el guión. La ciudad se iluminó con la luz de un nuevo relámpago y los truenos rugieron dejando la plaza prácticamente despoblada. “Mirándolo bien es una suerte, somos tan pocos frente al reloj que no tendremos problema en encontrarnos”.

Unos segundos después una masa de agua violenta y cálida se desplomó sobre Praga bañando por completo la ciudad.









El asteroide 424-TPC cuya composición está formada principalmente por silicatos de magnesio y hierro estuvo anoche a punto de impactar de forma violenta y totalmente inesperada con la superficie de nuestro planeta. Esta gran masa rocosa de aproximadamente 53 metros de diámetro pasó a una velocidad de 9,26 km/s la pasada noche alrededor de las 21:00h hora local. Expertos de la Unidad Astronómica Internacional han descartado cualquier tipo de peligro acarreado por la proximidad del asteroide. Fuentes cercanas a este grupo de especialistas nos detallan que en el preciso instante en el que el asteroide alcanzaba la mayor cercanía con nuestro planeta se produjo con normalidad el encuentro concertado frente al reloj entre Matthias L. y la joven Anezka D. Otra cita concertada a la misma hora y en el mismo sitio entre la señorita Kristýna K. y el joven Antonín P. se llevó a cabo con la misma normalidad. Especialistas de la NASA han destacado que en el preciso momento en el que la señorita Kristýna K. y el señor Matthias L. avanzaban en la misma dirección y sentido contrario para encontrarse con sus respectivas parejas se produjo un leve y sutil roce entre sus manos al cruzarse  que originó una calentamiento de 1,16 grados Centígrados y una fuerza electrostática de 28 Newton, unos valores técnicamente superiores a lo previsto para este tipo de situaciones.


miércoles, 4 de marzo de 2015

En construcción

por María.
 
Perdonad que publique este relato cuando todavía no está terminado. Lo cierto es que el personaje principal me genera muchas dudas, creo que ni siquiera él mismo se conoce y eso me está dando bastantes problemas a la hora de contaros lo que le sucede. Tampoco sé bien por qué elegí su historia, no es en sí una persona a la que pudiéramos llamar “interesante”. Al contrario, es alguien más bien corriente, con una rutina bastante común: se levanta temprano cada mañana para ir a trabajar, vuelve a casa para dedicarle a su familia las últimas horas del día, se acuesta derrotado y aun así con la sensación de no haber hecho nada, salvo ser ese hámster que corre velozmente en su rueda para no ir a ningún sitio. El mundo es su jaula y él es simplemente un engranaje más que lo hace girar. La verdad es que no tiene nada que le pueda diferenciar de ti o de mí, solo que él es el protagonista de este relato en construcción y ese es sí es el único papel realmente importante que ha tenido en su vida.

Disculpad el atrevimiento pero el nudo de la historia tampoco lo tengo bien forjado. Hay algo que falla, quizá sea por la propia personalidad difusa del protagonista. Me tiene desconcertado. Ni siquiera los personajes que rodean a éste, los que podríamos denominar secundarios o de relleno, son claros en su forma de actuar. Están todos envueltos en una especie de neblina que hace que la acción se quede algo coja y que los diálogos parezcan antinaturales y encorsetados. Cuando echo la vista atrás y releo lo escrito,yo mismo,a pesar de tantos años de oficio, soy consciente de las trabas que tiene la historia y de lo poco comprensible que le puede parecer al lector. Mis esfuerzos por contar lo que ocurre son a todas luces insuficientes y apenas sobrevivo a la tentación de abandonar la tarea.

Llegados a este punto, os debo confesar, no sin cierta vergüenza, que ni siquiera el enclave físico de la historia lo tengo pensado. En un principio me decidí por un lugar real pero según avanzaba la trama, bueno o lo que tenía de ella, empecé a notar poco creíble dicho escenario así que opté por situar la acción en un sitio imaginario. Sin embargo tampoco funciona. Creo que optaré porque sea la propia historia la que se sitúe a sí misma. Odio la improvisación y el no tener todos los cabos bien atados, pero, aunque sólo sea por esta vez, me dejaré llevar.

Y sé que es una osadía, no obstante no sería sincero si no os advirtiera de que el espacio temporal del relato es un auténtico despropósito. Debo centrarme en darle más credibilidad y coherencia al discurso interno y eso quizá ayude a aclarar cuál es el verdadero tiempo en que los hechos suceden, pero no miento si os juro que dicha labor se me presenta como un reto inalcanzable.

Sin embargo si he llegado a este punto es porque creo que el final de la historia merece ser contado, palabra por palabra, letra a letra. Es tan apoteósico y revelador que si he decidido escribir el resto del relato ha sido únicamente para llegar a él. Es brutal, desgarrador, tan cruel y despiadado como tierno y sutil. Es un final que cierra la historia como por arte de magia, que consigue encajar todas las piezas, dota de sentido al conjunto. Un relato que existe, vive y muere para su final. Nunca me creí capaz de escribir algo tan letal, tan bello, tan realmente bueno. Os ruego me volváis a disculpar, pero comprenderéis que no pueda desvelároslo aqui.