por Marta y María
Para Laura Martín, amiga de la infancia, compañera de sueños ¡Feliz en tu día!
De repente son las seis de la
tarde. De repente abro la agenda del año 2003. Por la mitad. 20 de junio. Una
receta de berenjenas asadas con cebolletas y tomates secos que nunca hice, o
quizá sí. 21 de junio. Encuentro una frase desnuda colgando en mitad de la
página “Lo que callas nunca muere”, no sé si es mía o de algún Premio Nobel.
Sigo pasando hojas. Recomendaciones de libros para el verano. No he leído
ninguno. 10 de agosto. Comprar vasos de plástico y pajitas. Me sorprendo bastante.
Serían para el cumpleaños de mi sobrino Jaime que es el 14. ¿Vasos de plástico?
¿Pajitas? ¿De verdad que Miss Sostenibilidad Planetaria compraba estas cosas?
No me lo creo. 30 de septiembre. Aquellas cuatro palabras. Las apunté para no
olvidarlas, pero no hubiera hecho falta. Paso por la página del 2 de octubre y
ni me acuerdo de que era nuestro aniversario. 15 de octubre. Citas médicas.
Dolores, picores, temblores de otra que nada tiene que ver conmigo. 23 de
octubre. Me recuerdo pasar por el súper a por leche de soja, tofu y seitán.
Este debió ser el primer intento fracasado de hacerme vegana. 7 de noviembre.
Un dibujo críptico, hecho mientras hablaba por teléfono supongo. Rayas,
círculos que rodean las rayas, tinta que ocupa los espacios en blanco, más
rayas, más círculos, más tinta. 13 de noviembre. Santa Agustina. Felicitar a la
abuela. Ejercías un poder sobrenatural sobre toda tu ristra de nietas ateas. Y
ahí estaba yo, la reina de todas ellas apuntando tu santidad en su agenda ¡Ole
tus huevos! 23 de diciembre. Escrito con letra doble y mayúscula la palabra
VACACIONES. Esta costumbre infantil de escribir con letra doble y mayúscula la
palabra vacaciones me hace sonreír. Me aproximo al 31 de diciembre y dudo si
leerlo. Ese día siempre apunto lo mismo: Balance anual ¿he cumplido alguno de
mis sueños? Cierro la agenda.
Escucho desde mi terraza una radial
que suena a lo lejos, en alguna de las calles de mi barrio. Cierro los ojos y
respiro profundamente. Me encuentro en el patio de mi casa, en lo alto de un
taller de chapa y pintura. Morena, delgaducha y con la sonrisa siempre en los
labios. Esa era yo. A mi lado, relucientes y en disciplinada fila india, puedo
contar, uno a uno, todos mis sueños.
Abro la agenda de 2021, voy al 6 de
agosto y apunto en cursiva ”la radial es
el sonido de mi infancia, el sonido de la felicidad”. No creo que se me
olvide, pero por si acaso.