Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



miércoles, 1 de marzo de 2023

Dos microrrelatos de ajo

 

Melodía de puntos suspensivos

Por María


Miro el vello de tus dedos remover la cucharilla en el café ¿Alguna vez me gustaron tus dedos? ¿Qué tipo de información genética hace que pueda crecer en ese punto exacto de tus falanges un conjunto de pelo salvaje y no en el milímetro de piel contiguo? El mundo me resulta incomprensible, como nuestro matrimonio ¿Qué hiciste con la varita? ¿Dónde dejaste el conejo y la chistera? Es lo que tiene la magia, las cosas desaparecen dejándonos cara de tontos. En el pasillo las niñas se pelean, otra vez. Lees algo en el móvil y tu risa me perfora. Vives ajeno, conduciendo tu diligencia, pacífico, ignorante de las autopistas que me desbordan. Me preguntas si comemos el sábado con tus padres. Yo sigo boqueando en el salón. Vaciaría una a una por el sumidero tu colección de ginebras. Me arrastro como un gusano hacia el sofá y, de repente, lo vuelves a hacer. Inexplicablemente te has lanzado hacía mí para hacerme el boca a boca, otorgándome el ansiado oxígeno.

A lo lejos la lavadora centrifuga al son de nuestra melodía de puntos suspensivos.

 

 

 

Perdida

Por Marta


¿Por qué nuestros glóbulos rojos no tienen núcleo? Te has despertado en mitad de la noche con esa pregunta en tu cabeza. A Google no le importa que le preguntes a las tres de la madrugada, pero prefieres hacerte un ovillo en la cama. Lo habrán perdido, te dices. Como tú de pequeña, que te perdiste en el mercadillo. Te paraste a mirar un puesto y cuando volviste te cogiste por error de la mano de una mujer que no era tu madre. Ahora, desde tu ovillo, recuerdas perfectamente los ojos de la mujer que te encontraste cuando miraste hacia arriba. Te miraban con una esperanza contenida cuando ella te dijo ¿quieres ser mi hija? No supiste qué responder. Temías defraudarla. Te quedaste unos segundos paralizada, agarrada fuerte a su mano, y luego saliste corriendo. Una de tantas veces.

No habías vuelto a acordarte de aquella mujer, ¿se acordará ella de ti? ¿habrá tenido hijos o fuiste tú la única hija a la que de verdad deseó? Tu madre, la que aparece en tu libro de familia, seguro que no lo recordaría si viviese. Para ella fue una simple anécdota entre fruta, camisetas y verduras una mañana de mercadillo. ¿Y si la vas a buscar? Te acuerdas de sus ojos, podrías encontrarla. Démonos una segunda oportunidad, le dirías.