Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



lunes, 22 de agosto de 2016

Propiedad de Marciano y Blandina


Por Marta

 
Mariña era una aldea de Palencia. Tranquila, siempre soleada. Nació hace cientos de años en una enorme explanada castellana. Tierra de cultivos de secano sin apenas sombras en las que cobijarse. El pueblo de Mariña dejó de existir ayer, quince de agosto a las tres en punto de la tarde, cuando el sol estaba en lo alto y cuando, Marciano, su último habitante, expiró su último soplo de vida. 

El pueblo, ahora desierto, tiene apenas dos calles. Dos calles paralelas que desembocan en la plaza del pueblo. En ésta hay una iglesia minúscula y a su vera un cementerio grande que ocupa casi la misma extensión que la aldea. Los habitantes de Mariña han ido pasando, uno a uno, de dormir en sus casas a descansar en sus tumbas a unos pocos metros de distancia. Excepto una todas las casas están cerradas, algunas ya medio derruidas.

Nunca fue una aldea importante pero hubo épocas de esplendor en la que los habitantes de Mariña celebraban su día grande el quince de agosto. Y los agricultores después de la cosecha se perfumaban y se ponían una camisa blanca y limpia para bailar en la plaza del pueblo. Las muchachas sonreían más de lo habitual y se peinaban como si ese día no fueran a lucirse para la gente de siempre. Los niños correteaban hasta tarde. Y en las dos calles paralelas ondeaban banderines de colores de esos que acaban descoloridos y rotos con los años. Y que llegan así de rotos hasta el día de ayer en el que el pueblo desaparece.

Marciano ya ha dicho su última palabra. En realidad no la ha pronunciado porque no había, en toda esa vasta extensión de tierra, oídos que la escucharan. Pensaba morir tranquilo pero su último pensamiento fue una zozobra que le había acompañado los últimos días. Casi como un escalofrío. Hay un hueco para él en el panteón que compró junto a su mujer. En el mármol puede leerse “Propiedad de Marciano y Blandina” y ésta última lleva ya más de treinta años esperándolo. Pero, una pregunta flota en el aire caliente de ese medio día castellano, ¿quién enterrará su cuerpo en el cementerio de Mariña?