Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



jueves, 30 de octubre de 2014

Queridos Reyes Magos,


Creo que me gusta escribir. Me apunté al curso de escritura con el convencimiento de que había sido puro azar. Cuando me preguntaban por los inicios de mi vocación pensaba que ésta era la misma que podías tener para la pintura o la fotografía, es decir, ninguna. Nunca había sentido esa necesidad vital de escribir de la que hablan los grandes escritores.

Y volví a la segunda clase porque la gente parecía maja y “ya que lo he escrito tendré que leerlo”. Entonces resulta que en la tercera clase descubro que los compañeros después de clase se toman religiosamente una cerveza. Porque, claro, un escritor tiene que ser bohemio y salir días de diario. Esos momentos son los más esperados y muchas veces son mágicos porque las historias que se crean durante la clase no se extinguen y te ves tomando unas cañas con el personaje del cuento de tu amigo. Y eso que es un asesino.

Hace ya algunos años que Cabezas de Ajo salió a la luz. A partir de ese momento nos dimos cuenta de que en nuestro día a día habitaban los cuentos y de que los escritores, como una especie de recolectores, íbamos manejando una gran criba  para entresacarlos de la vida real. No aparecen como elefantes en mitad del camino, son más bien hormiguitas que sólo descubre quien pasa por el mundo con atención. Luego hay que tomar una decisión, cuando uno se topa con un cuento puede decidir escribirlo o dejarlo pasar. Un día, en mi trabajo, me asomé por la ventana y para mirar hice un hueco con los dedos entre las lamas de las venecianas. Ahí, en ese simple gesto, supe que había una historia… policiaca, de terror, quién sabe…pero la dejé escapar. No siempre es el momento y no siempre uno quiere escribir todo lo que sabe.

Sin embargo, el día que viajaba en metro y en el asiento de enfrente una chica tenía la mirada más triste que había visto jamás, supe que los ojos de Alicia desde aquel instante, formarían parte de mi mundo de ficción.

Muchas otras veces los cuentos surgen a partir de los recuerdos y hay que hacer un gran esfuerzo de memoria para rescatarlos. Y cuando estás describiendo las gafas de pasta y los temibles pasos de Sor Patrocinio te ves a ti misma aterrorizada tras el pupitre de colegio. Una sonrisa se dibuja en tu cara mientras lo escribes porque rememoras los juegos infantiles en el patio, los apellidos de tus amigos del colegio y de repente la boca te sabe a peta-zetas.

Son curiosas las ocasiones en las que un personaje de un relato habita en la vida real.  Mucha gente no se da cuenta, incluso a veces ni él mismo lo sabe, pero tu obligación moral como escritor es darle a ese individuo un cuento para vivir en él. Un mundo a su medida. Eso hice con Tiburcio Walter y desde entonces ve pasar los días feliz en su lavandería.

¿Y cuando un título se presenta delante de tus narices? Yo estaba entre sueños cuando de repente “me abandonaron las manecillas del reloj”…¡qué responsabilidad la de buscar una historia a la altura de un título huérfano!

Lo cierto es que desde los primeros cuentos ha pasado ya mucho tiempo. Hay veces que echamos la vista atrás y casi nos avergonzamos (o nos da la risa) al leer los primeros relatos. Pero la evolución es la parte más bonita del aprendizaje. Mientras tanto sigue corriendo la cerveza, los compañeros de clase hace mucho se convirtieron en amigos y el sol (en la realidad o en la ficción) sigue saliendo todos los días.

Después de la ilusión de los primeros tiempos, cuando contábamos las entradas al blog una por una como auténticos triunfos, hemos ido aguantando este tiempo más discretamente de lo que nos hubiera gustado…pero sabiendo que tenemos incondicionales (algunos incluso más fieles que nosotras mismas) que calladamente esperan noticias nuestras. Y aquí estamos, aquí seguimos.

Ahora sí, ya sé que no estamos en fechas, aunque la Navidad pronto se nos echará encima…pero pensamos que cualquier momento es bueno para ilusionarse, para desear cosas con todas las fuerzas e incluso para correr el riesgo de que nunca se cumplan. Por eso, este año, aunque no sabemos si hemos sido buenas, os pedimos que Cabezas de Ajo continúe con más fuerza que nunca, que podamos llevar a cabo las ideas que tenemos, que las cosas que escribamos conmuevan y animen a participar, a escribir, a compartir. Y sobre todo que celebremos que estamos aquí. Más vivos que nunca.

                           Cabezas de Ajo