Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



domingo, 6 de noviembre de 2016

Pelucas "La Rocha"


por Marta

 
 
Los coches de policía no tardaron en llegar. Las luces en sus techos hacían sombras en las paredes de la estrecha calle y las sirenas se alzaban por encima del tumulto de los transeúntes.  La bocacalle León, en pleno centro de Madrid, a unos pasos de la Puerta del Sol, vivía aquel gélido seis de noviembre el suceso por el cual pasaría a la historia.

Fue la señora Carmen la que alertó con una llamada al 112. Había pasado delante de ese escaparate todos los días desde que llegó a la capital. “Pelucas La Rocha” decía el letrero de aquel curioso establecimiento. 

Ella siempre había contemplado aquel escaparate como el que tiene delante una pantalla con grandes estrellas de cine. Ver aquellas cabezas de maniquí con esas cabelleras tan envidiables, esas mujeres tan guapas, esas cejas tan perfiladas…el pelo que ella nunca tuvo. El glamour que siempre deseó. Cariñosamente las apodaba “mis chicas” y en su imaginación las había bautizado con nombres tan modernos para ella como Cindy, Amanda o Bárbara.

La señora Carmen se detuvo temprano aquella fría mañana ante la gran luna y aprovechó para ponerse los guantes de lana. Había helado. Mientras echaba la habitual mirada de reconocimiento a “sus chicas” percibió que algo no estaba en su lugar. Quizás el orden o la disposición de aquellas cabezas con cabellos sedosos. Quizás sus miradas, que hoy se perdían en el infinito.

Un escalofrío recorrió su cuerpo. Entre “las chicas” había una nueva; la del fondo a la derecha, al lado de la pelirroja. Una nueva cabeza nada glamourosa, con la mirada apuntando al cielo. El pelo revuelto. La cabeza de la mujer que durante más de veinte años había estado detrás del mostrador.

Por su cuello, de manera cadenciosa, resbalaban las gotas de sangre espesa.