Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



lunes, 24 de febrero de 2020

Elena

por Marta



Allí reunidas, en clandestinidad, con nocturnidad y sin conocer todavía lo que es la alevosía, las chicas del internado, las adolescentes de segundo año, planean su estrategia, meditan la táctica, perfilan la maniobra. Están en La Mancha, en mitad de la nada, pero podrían estar ahora mismo en la sede de la ONU, luchando por sus derechos, conquistando la justicia que ellas creen arrebatada. Su vida es tranquila, apacible: por las mañanas aprenden álgebra, a media tarde a controlar sus hormonas y por la noche a domesticar sus sueños.

Las adolescentes de segundo año no adolecen de nada, no conocen la maldad. Definitivamente aprenden de la vida de oídas y conforman, todas ellas, un pequeño animal salvaje que aún no conoce la selva.

No se sabe a ciencia cierta si lo que ocurrió aquella noche y al día siguiente marcó a alguna de ellas. Es cierto que el suceso rompió su rutina, despertó ese animal dormido y delicado que cada una de ellas llevaba dentro, pero no, no creo que de modo consciente ninguna de ellas marcara esa fecha en el calendario.

Anselmo, el pastor, ese hombre huraño, ese animal tan diferente a ellas ha cambiado sus prácticas y desde hace unos días encierra a sus ovejas en un cercado muy próximo. A escasos metros de la habitación donde duermen las adolescentes de segundo año, pared con pared con ese lugar donde la inocencia campa a sus anchas. Anselmo, poco aficionado a la higiene, tiene las ovejas sucias, las niñas lo saben, lo intuyen porque, no saben de ovejas, ni de animales, no saben casi de nada, pero los ojos de una oveja no mienten. Esos ojos tristes piden clemencia. Hay algo al mirarlas que las hace daño pero aún no saben ponerle nombre.

Las niñas están inquietas, sobresaltadas, y, lo más grave: cada día sus piernas y brazos aparecen incendiados por decenas de picaduras de las pulgas que alojan las ovejas. No aguantan más. Ellas, limpias, con el pelo de color de la miel, ellas estaban primero. Centran su odio en Anselmo y aparece un arranque que no conocían, una serpiente latente en el fondo de sus entrañas que comienza a despertar. Se reúnen en torno a la líder, la más mayor, todas con sus camisones de algodón, todas con los cuerpos tan diferentes como diferentes pueden ser los cuerpos a los doce años. Conjuran contra el pastor y sienten, encendidas, que las picaduras hablan por ellas. Es intolerable. Está decidido: mañana se enfrentarán juntas al opresor, al enemigo de la paz, al protagonista de esta catástrofe. Se acuestan nerviosas hasta que el sueño las va conquistando y sometiendo, como un mal presagio de lo que mañana sucederá.

Y llega por fin el día de mañana y no hay nada que se pueda contar digno de ser contado. Las adolescentes de segundo año se sienten poderosas caminando, pero cuando se plantan frente al pastor las razones se hacen pequeñas, los argumentos brotan deslavazados de sus bocas. La presencia intimidante de Anselmo las mina. El miedo vence a sus razones y solo germinan de sus labios peticiones inconexas que el pastor repudia con algo parecido a una media sonrisa.

Vuelven al internado rendidas, sin hablar, pactando en silencio que obviarán lo sucedido. Regresan con la piel algo menos tersa, con el color de pelo apagado, nada parecido al de la miel. Algunas vuelven a sus juegos, normalizando lo sucedido, anestesiadas por la indiferencia para el resto de sus vidas. Pero Elena, algo sucede en Elena. Siente un dolor genuino. La serpiente de sus entrañas le pellizca por primera vez haciéndole llorar. Siente esta derrota como la primera, la terrible primera vez en la que, sola y cándida, en mitad de La Mancha, se da cuenta de cómo funciona el mundo.