Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



sábado, 9 de enero de 2010

Huellas

por Marta

Las nubes amenazaban un día gris. Y así lo fue. El primer día que Tliab salió a cazar con su padre marcó su vida para siempre. Nada más abandonar la cueva y dirigirse a la hondonada desde donde observarían la manada de gacelas Tliab resbaló por unas rocas despeñándose por una ladera escarpada. El brutal golpe en la cabeza le dejó la mitad del cuerpo paralizada salvando milagrosamente su vida. Desde entonces ni su brazo ni su pierna izquierda responderían nunca más a las órdenes dictadas por su cerebro.
Asombrosamente Tliab creció como un niño más. Cuando sus amigos corrían o saltaban él arrastraba torpemente su pierna izquierda ayudándose de su brazo derecho mientras su brazo izquierdo se balanceaba pendiendo del hombro como si del badajo de una campana se tratara. Desarrolló una prodigiosa capacidad para manejarse sólo con una mano y una pierna, sin embargo nunca pudo dedicarse a las tareas asignadas para los hombres como él. A cambio realizaba ejemplarmente las tareas normalmente establecidas para las mujeres como la recolección, búsqueda de agua o cuidado de los niños y enfermos. Sus padres le querían como a un hijo más y sus hermanos, familiares y amigos nunca sintieron compasión de él sino profunda admiración y orgullo. Sin embargo, calladamente, Tliab siempre se sintió inferior. Anhelaba cazar como los demás; muchas noches antes de dormir fantaseaba con la imagen de llegar al poblado arrastrando un pesado bisonte y siendo alabado por todos sus familiares. Durante sus sueños pulía delicadamente las piedras con las que elaboraba afiladas lanzas, también mezclaba barro, sangre y grasa para ornamentar su cuerpo como tantas veces había visto hacer. Pero al despertar siempre eran otros los que salían al acecho de las bestias y él comenzaba el día tragando sus lágrimas de pura impotencia.
La noche en que celebraron los festejos por la muerte del anciano Tleon, mientras la multitud ovacionaba las danzas, Tliab se retiró silenciosamente del grupo y se dirigió hacia la cueva donde almacenaban los animales cazados, aquella en la que de pequeño su abuelo le contaba las leyendas de sus antepasados cazadores. Tliab sabía que nunca llegaría a formar parte de esas historias que daban aliento a sus gentes, sabía que por mucho que quisiera su existencia nunca dejaría huella. Al llegar allí, sentado en una piedra, lloró. Durante largo rato y sin pudor lloró desconsoladamente. Después se quedó dormido y al despertar, mirando al techo de la cueva, pensó en hacer algo que nunca nadie había hecho antes. Reunió carbón vegetal, arcilla, sangre y grasa de animal. Estudió el relieve de las paredes y techo que tenía frente a él y se dejó llevar.


La cueva de Altamira, descubierta en 1875 por Marcelino Sanz de Sautuola supone el primer conjunto pictórico prehistórico de gran extensión conocido hasta el momento. Actualmente, son las cuevas más importantes y famosas del Paleolítico a nivel mundial.