¿Puede el mundo mostrarnos dos lados opuestos al mismo tiempo?
La gran desgracia de Beatriz Simón fue nacer con la nariz
ligeramente desviada. Apenas unos grados. Algo casi inapreciable para la vista
humana. En realidad no le faltaba nada para ser una top model de alto nivel;
belleza, altura y lo que es más importante, la actitud apropiada para comerse
el mundo. Y en ese mundo la perfección era la clave del éxito asi que el Doctor
Miguel Calzada fue el encargado de la operación estética que convertiría a
Beatriz en la reina del equilibrio y las proporciones.
Fue en Paris donde Miguel Calzada vio a Dora por primera vez y quedó
perdidamente enamorado. Allí, de pie frente a ella se quedó como helado cuando
su belleza se abalanzó sobre el. Era una belleza elegante y triste; misteriosa.
Ella, la enigmática Dora Maar, sentada para toda la eternidad, con una pose extrañamente
armoniosa y una manzana roja dando color a su mejilla… Y esa mirada fascinante
que nunca conseguiría olvidar.
Ahora veía una bella mujer frente al banquillo de los
acusados donde él se encontraba. Sentada también. Casi idéntica a la mujer que
años antes lo había dejado hipnotizado en París. Mientras el juez leía la
sentencia que lo acusaba se enorgulleció una vez más de su trabajo al igual que,
suponía, un día lo hizo Picasso del suyo. Orgullo del artista que mira su obra
recién creada y que por unos instantes eleva sus pies del suelo y lo aleja del
mundo real para alcanzar la gloria.