Melodía de puntos
suspensivos
Por María
Miro
el vello de tus dedos remover la cucharilla en el café ¿Alguna vez me gustaron
tus dedos? ¿Qué tipo de información genética hace que pueda crecer en ese punto
exacto de tus falanges un conjunto de pelo salvaje y no en el milímetro de piel
contiguo? El mundo me resulta incomprensible, como nuestro matrimonio ¿Qué
hiciste con la varita? ¿Dónde dejaste el conejo y la chistera? Es lo que tiene
la magia, las cosas desaparecen dejándonos cara de tontos. En el pasillo las
niñas se pelean, otra vez. Lees algo en el móvil y tu risa me perfora. Vives
ajeno, conduciendo tu diligencia, pacífico, ignorante de las autopistas que me
desbordan. Me preguntas si comemos el sábado con tus padres. Yo sigo boqueando
en el salón. Vaciaría una a una por el sumidero tu colección de ginebras. Me
arrastro como un gusano hacia el sofá y, de repente, lo vuelves a hacer.
Inexplicablemente te has lanzado hacía mí para hacerme el boca a boca,
otorgándome el ansiado oxígeno.
A
lo lejos la lavadora centrifuga al son de nuestra melodía de puntos
suspensivos.
Perdida
Por Marta
¿Por
qué nuestros glóbulos rojos no tienen núcleo? Te has despertado en mitad de la
noche con esa pregunta en tu cabeza. A Google no le importa que le preguntes a
las tres de la madrugada, pero prefieres hacerte un ovillo en la cama. Lo
habrán perdido, te dices. Como tú de pequeña, que te perdiste en el mercadillo.
Te paraste a mirar un puesto y cuando volviste te cogiste por error de la mano
de una mujer que no era tu madre. Ahora, desde tu ovillo, recuerdas perfectamente
los ojos de la mujer que te encontraste cuando miraste hacia arriba. Te miraban
con una esperanza contenida cuando ella te dijo ¿quieres ser mi hija? No
supiste qué responder. Temías defraudarla. Te quedaste unos segundos
paralizada, agarrada fuerte a su mano, y luego saliste corriendo. Una de tantas
veces.
No
habías vuelto a acordarte de aquella mujer, ¿se acordará ella de ti? ¿habrá
tenido hijos o fuiste tú la única hija a la que de verdad deseó? Tu madre, la
que aparece en tu libro de familia, seguro que no lo recordaría si viviese.
Para ella fue una simple anécdota entre fruta, camisetas y verduras una mañana
de mercadillo. ¿Y si la vas a buscar? Te acuerdas de sus ojos, podrías
encontrarla. Démonos una segunda oportunidad, le dirías.