A María
le incomoda entrar sola en un bar. No le gusta consumir algo solitariamente
mientras se siente observada por ojos inquisidores: ¿qué haces aquí sola?
¿esperas a alguien? Pero hoy no le queda otra opción. Después de la sequía de
los últimos días tiene que volver a hacerlo.
-Un cortado, por favor - El camarero de la
cafetería Polinesia se remanga la camisa dejando ver el abundante vello de sus
brazos. En su dedo meñique un sello de oro. María anota en su cuaderno, “duerme desnudo, se quita todo salvo el
anillo”.
Un hombre anciano entra en el bar y se sitúa en
la barra a su lado. Huele a casa cerrada.” La
casa no volvió a ventilarse desde que ella murió, él solo sabía respirar el
aire de su ausencia…”. El hombre pide un café. Disimuladamente mete la mano
en el bolsillo de su gabardina y se oye un chasquido sordo. A continuación se
lleva la mano a la boca y mastica con discreción. María intuye un trozo de
galleta, quizás un bizcocho. Repite la operación mientras María garabatea sin
parar. Cuando el anciano termina deja un euro en la barra y se va.
Entra una mujer y se sienta en la banqueta que
acaba de dejar libre el hombre. “Aún
estaba caliente el asiento cuando ella lo ocupó, esa sensación de sentir calor
ajeno y anónimo le causaba repulsión…”
La mujer pide una cerveza. Saca un pequeño
espejo de su bolso y se pinta los labios de rojo carmín repasándolos varias
veces. A María le parece más joven de lo que es. “…Fue el regreso del amor lo que tersó su piel y devolvió ese brillo en
los ojos que solo los demás perciben”. Saca el móvil y la letra de gran
tamaño permite que María pueda leer la conversación con facilidad. Una gran
cantidad de corazones e iconos con besos inundan la pantalla. María sonríe, no
se equivocaba.
La última frase de su contacto aún parpadea en
la pantalla: - No veo que peligro puede haber- . La mujer, con el pulso firme,
teclea – Lo lamento, de veras, aún tendrás que esperar una o dos semanas más-.
María escribe la frase tal cual en su cuaderno. Mira a la mujer y ésta le
sonríe. Observa en su rostro la expresión del que se siente poderoso. Cierra el cuaderno. Saca el monedero y deja
un euro encima de la barra. Vuelve a abrir el monedero y deja otro euro de
propina. Las musas de la cafetería Polinesia también tienen su tarifa.