Efectos colaterales de la frustración que puede provocar tener que conformarse con una sola vida:
- Emborracharse, drogarse y vivir la vida al límite.
- Hacer puenting, rafting,bungee jumping o cualquier otra cosa que termine en -ing.
- Dar la vuelta al mundo (esto sólo para ricos)
- Creer en la reencarnación.
- Crear un blog que permita ser protagonistas de muchas otras vidas.
Cabezas de Ajo optó hace años por esta última opción. Lo cual no tiene por qué excluir alguna de las anteriores.



miércoles, 22 de agosto de 2012

El origen de la sabiduría



por Marta

para  la pequeña Sofía

Hace muchos, muchísimos años, nació un hermoso bebé en un pueblo lejano  escondido en el bosque oscuro. Este bebé fue una niña muy alegre y risueña que nada más nacer trajo la felicidad completa a sus padres y a su familia. Sin embargo hay algo extraño en el comienzo de esta historia, y se trata de que esta niña no tenía nombre.

En el imponente bosque oscuro apenas penetraba la luz. Los árboles alzaban sus tupidas copas a muchísimos metros de la tierra y formaban un techo espeso que cubría todo el territorio. Sólo una tenue claridad diferenciaba el día de la noche. El bosque oscuro ocupaba una enorme extensión y en su interior había cientos de miles de especies vegetales de todos los colores y formas. Las lianas y plantas trepadoras tejían una maraña verde por encima de las cabezas de los habitantes del único pueblo del bosque. Éstos no habían salido jamás de su pueblo; estaban adaptados a vivir en aquella semioscuridad que tan bien conocían y si alguna vez se alejaban de los alrededores del pueblo se desorientaban y por miedo a perderse enseguida volvían. 

La recién nacida era tan buena, tan bonita y tan lista que sus padres no eran capaces de encontrar un nombre que estuviera a su altura. Todos los días se sentaban a cavilar… pero nada les convencía y cuando acababa el día se decían que al día siguiente, sin más demora, tendrían que encontrar un nombre para la pequeña. Así pues los días iban pasando y la niña sin nombre empezó a crecer.

Los habitantes del pueblo del bosque oscuro estaban muy unidos y por eso eran felices. Todos los días recogían frutos de árboles y arbustos para comer y luego sacaban del pozo el agua que necesitaban para todo el día. Como no tenían nada más que hacer pasaban el resto del día cantando y contando historias en torno al fuego que nunca se apagaba y que custodiaba el gran libro de la sabiduría. Los niños saltaban, corrían y jugaban sin cansarse, pero la niña sin nombre de vez en cuando se aburría de hacer siempre lo mismo. Todas las noches antes de acostarse se imaginaba que vivía en otros mundos y conocía a personas diferentes que nunca antes había visto. 

-¿Qué es el gran libro de la sabiduría, papá?- preguntó un día la niña.
- Es el libro que tenemos que guardar y proteger. Es muy viejo y tiene cientos de páginas. Mis padres lo recibieron de sus abuelos y ellos de sus antepasados. Nadie del pueblo lo ha leído porque es muy aburrido y además no nos hace falta para ser felices aquí en el pueblo. Simplemente hay que guardarlo.

Esa noche la niña sin nombre se fue a la cama algo intranquila. Se había quedado con ganas de asomarse a las páginas del enorme libro pero no se atrevió…¡era tan misterioso! 
Los días siguientes la pequeña siguió pensando en el libro y en que sería aquello tan maravilloso que contenía que era digno de ser guardado durante muchos años. 

Una noche la niña sin nombre estaba a punto de quedarse dormida cuando vio algo resplandeciente que la deslumbró. Eran dos puntos brillantes que se acercaban hacia donde ella estaba. Con miedo y curiosidad encendió una vela y descubrió un animal que nunca antes había visto.

- No te asustes, pequeña. Soy una lechuza, un ave nocturna muy silenciosa y estoy aquí para ayudarte.
- ¿Para ayudarme?
- Sí, tienes que acompañarme y yo te llevaré a que conozcas el mayor tesoro que nunca has podido imaginar.
- ¿Y qué tesoro es ese?
- Es uno grande y pesado. Pero vamos, no hay tiempo que perder…

La pequeña se levantó de un brinco y salió acompañada de la lechuza que se posó suavemente en su hombro. En apenas unos minutos llegaron hasta el centro del pueblo y la lechuza voló para posarse encima del libro de la sabiduría.

- Este es el tesoro que te prometí. No debes tenerle miedo. Acércate y disfruta de él.
- Pero mi padre me dijo que nadie lo había leído…
- Tampoco te dijo que no pudieras hacerlo…

Y con un rápido aleteo la lechuza desapareció del lugar .

La niña sin nombre abrió con dificultad la tapa del libro y una gran cantidad de polvo inundó su cara y sus manos. Tímidamente comenzó a leer las primeras frases del libro y pasó las primeras hojas sin apenas pestañear. Cuando se quiso dar cuenta la pequeña llevaba horas leyendo así que antes de que los habitantes del pueblo despertaran se fue a dormir todavía impresionada por lo que había sucedido.

Las noches que siguieron a ésta la niña sin nombre recibió la visita de la lechuza y las dos se acercaban sigilosas hasta el fuego que custodiaba el libro y una vez allí la niña continuaba leyendo las páginas que seguían a lo leído el día anterior.  

Pasaron los días y después los meses. La vida en el pueblo continuaba igual que siempre y la niña seguía jugando con sus amigos pero aguardaba con emoción la llegada de la noche para disfrutar de la lectura junto con la lechuza. 

Cuando a la pequeña sólo le quedaban unas páginas para terminar el libro sucedió algo en el pueblo del bosque oscuro que cambiaría para siempre su destino. Aquella mañana, como otra cualquiera, los habitantes se dirigieron a recoger los frutos que comerían durante todo el día y el agua necesaria para saciar su sed. Pero cuando llegaron al pozo algo terrible sucedió…¡se había secado! Era algo que nunca se habían podido imaginar. Por más que rascaron en la tierra no sacaron ni una gota. El pueblo del bosque oscuro había acabado con toda el agua. 

Los días que siguieron fueron caóticos. En el pueblo la gente peleaba por los frutos más jugosos y todos se lamentaban por no haber previsto la situación. El pueblo del bosque estaba a punto del desastre y para intentar buscar una solución organizaron una reunión en torno al fuego. La gente gritaba desesperada, nadie se hacía escuchar. De repente cuando todo parecía perdido, una voz de niña se escuchó con claridad. Se trataba de la niña sin nombre:

- Yo tengo la solución; pero hace falta que todos mantengamos la calma y que actuemos unidos, como siempre lo hemos estado.
- ¿De que se trata, niña sin nombre?
- Yo sé salir del pueblo- dijo la niña sin vacilar.

El pueblo enmudeció y algunos habitantes sonrieron y cuchichearon ante el atrevimiento.

- ¿Cómo es eso posible?- preguntó el anciano del lugar- Ninguno de nosotros se ha atrevido nunca a salir de aquí, la oscuridad lo envuelve todo, miles de árboles impiden orientarse en el camino, ¿cómo vas a saber tú salir?
- Lo he leído en el libro de la sabiduría. Fuera de aquí hay otros pueblos, hay otros pozos y el agua discurre por fuera de la tierra en algo que llaman ríos. Además hay otra cosa maravillosa que se llama sol. Es algo que nosotros nunca hemos visto y que da luz durante el día. Luz y calor. 
- ¿Sabrás llevarnos, hija?- preguntó la madre de la niña sin nombre.
- En el libro de la sabiduría están las instrucciones detalladas para poder salir del bosque de forma segura sin perdernos. Si confiáis en mí y en mi lechuza yo os llevaré.

En ese momento la lechuza aterrizó con dulzura posándose en el hombro de la niña sin nombre como tantas otras veces lo había hecho. Después habló para todos los habitantes:

- Sólo ella tuvo la curiosidad por acercarse al libro. Y solamente es ella la que posee la sabiduría. De aquí en adelante la llamaremos Sofía.

Y es así como la niña sin nombre guió a su pueblo durante días por la oscuridad impenetrable del bosque. Cuando llegaron a los confines de éste descubrieron un nuevo mundo que antes solamente Sofía había sido capaz de imaginar.