por María
La vida es como una jodida pelea de
sumo. Si te caes al suelo, si sales fuera del círculo de lucha (dohyō), o si
utilizas técnicas ilegales - trampas, en definitiva- te quedas k.o. También
existe una manera más humillante de perder: quedarse desnudo.
Me aficioné al sumo después de que
Paola, mi mejor amiga, me echara de su piso, del dohyō que compartíamos. Cada
noche, acurrucadas en el sofá, devorábamos las series de HBO, pero a mí me
bastaba con aspirar el aroma de sus cabellos negroazulados. Hasta que un día
dejé de hacer trampas, le confesé que la amaba desde el instituto, cuando ella
perdió la virginidad con el chulito de la clase y me lo contó con pelos y
señales encerradas en el baño. Me desnudé ante ella y pagué un precio demasiado
alto.
Sin embargo, ella no tuvo piedad
para tirarme al suelo con un golpe bajo e inesperado: salir del armario poco
tiempo después.