por María
Curioso mundo el de los sueños ¿Quién
no se ha levantado con la necesidad de contar lo que ha soñado la noche
anterior? Bien por su surrealismo, por su comicidad o por su ridiculez algunos
sueños merecerían un premio a la originalidad. Fijaos en este. Ocupó buena
parte de la conversación de una comida familiar y todavía me hace gracia la
mezcla de personajes y situaciones que mi hermana creó en su mundo onírico para
delirio del resto. El por aquel entonces presidente del gobierno estaba echando
una cabezadita, con traje y corbata, en el banco de un parque. Mi hermana y una
modelo, por aquel entonces muy famosa en las revistas del corazón, pasaban por
allí y al ver al mismísimo presidente, ¿qué deciden? Lo más lógico: hacer un
montaje. La modelo, con sumo cuidado, se coloca encima del presidente y finge
unas cuantas posturas que sin duda harían las delicias de la prensa rosa del
momento. Mi hermana, ataviada con una cámara fotográfica, inmortaliza el
momento. Pero en un descuido, el presidente se despierta y se da cuenta de lo
que está ocurriendo. La modelo y mi hermana salen corriendo y esta última, en
su huida, tira astutamente la cámara en una papelera del parque. Finalmente consiguen
darle esquinazo. Al día siguiente mi hermana recupera la cámara de la papelera con
el objeto de vender el goloso reportaje. Y ¿a quién se lo venden? Lo más
lógico. Estarán pensando en las revistas Hola!, Semana, Lecturas, Diez
Minutos…nada de eso, ¿por qué perder el tiempo cuando puedes ir a la fábrica de
Tosta-Rica y que el presidente y la modelo aparezcan impresos en los mismísimos
dibujos de su famosa galleta?
Imagínense mojarles en un café con
leche y comérselos justo antes de que se deshagan en la boca. Lo que no me
queda claro es si esas galletas se venderían como reclamo para niños o pasarían
a denominarse galletas para adultos…¿Original?¿Divertido? Y eso que no les he
dicho quién era el presidente del gobierno en aquella época.
Los sueños de mi abuela también
fueron muy comentados, como aquel en que unos familiares la trasportaban por el
barrio metida en su cama (pierde parte de su gracia el no conocer la
combinación de familiares elegidos por mi abuela para llevar su cama a pulso).
De repente una niña que iba por la calle, al ver a mi abuela en semejante medio
de transporte, le pidió por favor que la dejara meterse con ella, que tenía
pinta de estar muy calentita tapada con esas mantas. Y mi abuela la dio cobijo
en su cama de matrimonio y juntas recorrieron las calles. Hasta que las
aparcaron como si fueran un coche.
Pero no todos los sueños son reídos
y celebrados. Otras muchas veces se sufre y se pasa tan mal que cuando uno se
despierta sólo puede sentir una profunda sensación de alivio. Accidentes,
enfermedades y toda clase de desgracias que no imaginabas cuando te acostaste
inocentemente pueden cernirse sobre tu persona; y algunas no son tan dramáticas
pero no te quitan el mal trago, como por ejemplo ese sueño en el que te ves con
todo el bachillerato suspendido, para comprobar con alivio a la mañana
siguiente que no sólo no estás en el Instituto sino que hace tiempo que estás
trabajando después de haber aprobado una carrera universitaria. Uf, ¡qué
alegría cuando uno se quita ese peso de encima!
Dicen que siempre que dormimos
soñamos, aunque no siempre lo recordemos. En algún sitio leí que dependía de si
nos despertábamos en determinada fase del sueño podríamos recordarlo o no,
aunque creo que también influían determinadas condiciones físicas del sujeto. De
todos modos este piensa-mienta no pretende hacer un estudio científico del
mundo de los sueños, para eso podéis (y os recomiendo) investigar por internet
acerca de dicha materia, ahí os explicarán lo de las distintas fases del sueño
(además de la REM – rapid eye movement- que todo el mundo conoce por el famoso
grupo musical, existen otras más). Cuando yo investigué descubrí con sorpresa
que somos como lavadoras, que tenemos ciclos completos de sueño, y que si durmiéramos
de forma natural, sin alarmas ni perturbaciones que nos levantasen, siempre nos
despertaríamos después de ese ciclo o de un múltiplo de ese ciclo. Es decir si
tu ciclo de prelavado, lavado y centrifugado onírico dura, por ejemplo, noventa
minutos, te despertarías única y exclusivamente después de ese ciclo, o de dos
ciclos de noventa o de tres ciclos…etc, pero nunca en medio de ellos. Sin
embargo es más habitual que nos despierte un reloj miserable, un ruido
inesperado o cualquier otra cosa sin haber acabado nuestro ciclo, resintiéndose
con ello la calidad de nuestro descanso. Incluso se da la paradoja de que una
persona puede, en cómputo global, haber dormido más horas que otra y
encontrarse, por el contrario, con mucho más sueño y cansancio que la que ha
dormido menos. La razón es que la primera fue despertada en medio de su ciclo y
la otra lo completó. Lo que os decía, curioso. Ahora sólo me hace falta saber
cuántos minutos en concreto dura mi ciclo y gestionar mis periodos de descanso
con arreglo a este y sus múltiplos. Y si llego tarde al trabajo no tengo más
que decirle a mi jefe la verdadera razón, es decir que no quería venir antes de
que acabara mi ciclo, o es que ¿acaso prefiere que lo interrumpa para llegar puntual
pero hecha unos zorros? Supongo que la
cosa no será tan fácil porque no tendría sentido no aprovecharse de este tipo
de cosas que redundarían en nuestra calidad de vida, pero si no es tan
complicado de averiguar yo abogo porque la duración del ciclo de sueño de una
persona sea una información de obligado conocimiento, tal como la edad, la
talla y peso corporal o el grupo sanguíneo. Hola, soy Juan, tengo 22 años,
metro ochenta, noventa kilos de peso, cero negativo y mi ciclo de sueño es de
ochenta minutos.
Si queréis seguir investigando acerca
del mundo de los sueños os recomiendo que metáis en el buscador “Sueños lúcidos”.
Hasta hace unos años, en que mi cuñado me habló de ellos, yo no sabía ni
siquiera de su existencia. Pero para eso está internet, para flipar al comprobar
que una cosa no sólo es que exista, es que además hay webs especializadas e
incluso foros sobre el particular. Básicamente los sueños lúcidos son aquellos
en los que uno es plenamente consciente de que está soñando y puede actuar
deliberadamente dentro de su sueño, controlando el mismo, cambiándolo de rumbo
y viviendo las aventuras que quiere vivir. Sería una especie de “soñar
despierto”. La gente que ha experimentado este tipo de sueños habla del
enriquecimiento vital que los mismos le han supuesto así como de su tremendo
potencial (determinados artistas han hecho uso de ellos a nivel creativo). La
verdad es que no suena nada mal poder realizar mientras se duerme todas esas
experiencias a las que uno tiene difícil o imposible acceso mientras está
despierto, y además sin peligro alguno. Si bien hay gente que puede tener este
tipo de sueños conscientes, incluso sin saberlo, cualquiera puede aprender las
técnicas necesarias para conseguir esta habilidad. Sin embargo dirigir nuestros
propios sueños aprovechando así al máximo las posibilidades que la vida nos
brinda, nos es cosa de un día, requiere de práctica y de seguir determinadas
pautas. Yo confieso que no tuve la paciencia necesaria y a la primera de cambio
desistí, pero es un tema que, cuando encuentre el momento oportuno, retomaré.
No obstante, desde hace una
temporada vengo notando un cambio en mis sueños. No sé si les interesará pero
desde hace tiempo soy consciente de que estoy soñando, aunque a diferencia de
lo que ocurre con los sueños lúcidos, yo no tengo ningún control en ellos,
simplemente los observo como un espectador ajeno. Lo asemejo a una película que
me trago cada noche, me guste o no. No pago entrada eso sí, pero soy bien
consciente de estar sentada en mi butaca. Esto supone que ni lo malo es tan
malo ni lo bueno tan bueno, así que cuando
ocurren desgracias las vivo desde la seguridad de mi asiento, y aunque yo misma
salga en la peli llorando o sufriendo, todo tiene cierta contención y en cierto
modo falsedad. Y esta falta de pasión e implicación con mi sueño supone, por
otro lado, que si algo fantástico me ocurre en él tampoco lo disfrute al máximo.
Podríamos decir que salgo en la película pero que no me llego a meter en el
papel de protagonista, que soy mala actriz vamos.
El otro día me tuve que ver un
bodrio infumable. Un guión malísimo y sin apenas acción. Parecía que había una
huelga de trenes con pocos servicios y decidía meterme en uno que pasaba en
dirección a Inestada (vete tú a saber si esto existe, lo cogía mucha gente que
se iba a esquiar aunque esto a mí no me despeja interrogante alguno sobre el
motivo de mi sueño). Sin embargo yo decidí bajarme en la primera parada que se
llamaba Becerril, y allí esperar a otro tren que combinara mejor con mi destino.
Y la película era básicamente mi espera en el andén a que viniera cualquier
otro tren que por supuesto no llegaba. Y esperaba y esperaba y me aburría
infinitamente tanto en mi papel en el sueño como sentada en mi butaca en mi
papel de espectadora. Para colmo me desperté de verdad y quería salir del sueño,
pero si cerraba los ojos me encontraba
otra vez muerta del asco en el andén de Becerril. El sueño me había atrapado.
Si hubiera sido un sueño lúcido me hubiera largo de allí de inmediato, y
volando además, pero nada. Creo que hasta me alegré de que sonara el
despertador aquella mañana.
Igual que me interesa el tema de
los sueños lúcidos nunca he sentido atracción por el de la interpretación de
los sueños. Si estos tienen o no su significado no es algo que verdaderamente
me importe. Yo creo que muchos sí lo tienen y que mucha de nuestra experiencia
vital se vuelca en ellos. También creo que otros son mezcla de datos e
información sin coherencia alguna. ¿Qué significado oculto tenía que yo me
pasara ni se sabe el tiempo esperando un tren que desde luego no llegó?
Simbolismos puede haber muchos. Pero al iluminado que me lo quiera interpretar le
diría que primera me explicase el de las galletas Tosta-Rica de mi hermana, y
si no me convence, que no me venga con cuentos chinos.
Lectores, sigan soñando, despiertos
o dormidos, pero no se olviden de sus sueños.