Para terminar el año, como es habitual, Cabezas de Ajo participa en el concurso de microrrelatos que celebra nuestro colectivo literario Renglones de ficción. Este año la temática era: los espejos. Aquí os dejamos nuestros dos micros. ¡Feliz año, lectores!
ATRAPADOS por María
"Dicen
que en los espejos se quedan atrapados los recuerdos de las personas que los
usaron"
Hace meses
que Julia no sale a la calle. Su vida transcurre de la cama al sillón y
viceversa. Su conversación se reduce a monosílabos que, de un tiempo a esta
parte, empiezan a escasear. Marta enciende la televisión casi todo el día “para
que le haga compañía”, aunque la expresión inmutable del rostro de Julia no
opina lo mismo. Julia no recuerda su nombre.
Sin
embargo, los lunes por la mañana sucede algo mágico. Es la hora en que Marta
lleva a Julia frente al espejo del salón y se ocupa de peinar y masajear su
cabeza, de cortar su cabello cuando lo estima oportuno, de mimarla. Y entonces
Julia abre mucho los ojos, sonríe, las aletas de su nariz se mueven como si
tuviera otra vez delante, como cada domingo de antaño, sus alabados callos con
garbanzos. Una cascada continua de gestos inundan su semblante para terminar
con un “te quiero”, que pronuncia coqueta con sus labios recién pintados.
23:59 por Marta
Quedaban
menos de cinco minutos para la medianoche. La luna llena iluminaba Madrid. Luis
cerró la puerta del piso; echó la llave y los dos candados. Los nervios seguían
apoderándose de él. Intentó tranquilizarse. Bajó las persianas y comprobó de nuevo
la llave. Estaba solo en casa, lo de siempre, no hay problema. 23:59. El cuerpo
de Luis se tensó, llamaron al timbre. ̶ ¡Váyase! ̶ soltó abruptamente. Miró por
la mirilla: de nuevo aquel joven estudiante que se sacaba unas pelas haciendo
encuestas. No se iba. Luis abrió la puerta y le dejó pasar deslizando
silenciosamente el candado a su espalda. ̶ Discúlpame que vaya al baño, ahora
mismo estoy contigo ̶ dijo Luis amablemente.
Apoyó las
manos en el lavabo y sus ojos angustiados miraron al espejo. Estaba a punto de
ocurrir. Sus orejas adquirieron movimiento repentino y, como por arte de magia,
los poros de su piel se empezaron a abrir para dar paso a un vello oscuro que cubrió
sus pómulos. Después su frente, su cuello. La angustia desapareció y su estómago
se relajó.
Sonrió al
espejo dejando ver sus afilados y blancos colmillos.