por Marta
Había
vuelto a quedar con ella. Se había jurado no hacerlo más justo la noche
anterior, olvidarse de ella, pero, de nuevo, al recibir su mensaje, había
olvidado su promesa. Una vez más.
(si
es que estás en el mismo puto bucle de siempre)
-Pero
cómo voy a dejar de hablar con ella así, de la noche a la mañana, si me
considera su mejor amigo de la carrera…
(ya,
el problema es cómo la consideras tú a ELLA)
-Además,
también viene Xavier, no voy a perder a mis amigos después de tantos años sólo
por no verla a ella…- Manuel golpeó la cuchilla de afeitar contra el lavabo y
se embadurnó la cara de loción aftershave.
El
bar estaba abarrotado. El aire contenía una mezcla de conversaciones cruzadas y
fritanga. Manuel agradeció esta atmósfera insana al entrar en el local. En las
calles de Barcelona las temperaturas eran gélidas. Había llegado el primero,
como ya suponía. Pidió un botellín. Su móvil vibró y leyó el mensaje de Xavier
en el grupo: “Se me complica, chicos, marrón en el curro. Si puedo me paso a
última hora, pero no aseguro nada”.
(bueno,
pues ya estáis solos)
Sin
saber cómo, Manuel se había bebido el botellín de un trago. Pidió otro. Al
fondo del bar apareció Lucía.
-Joder
con Xavi, ¡anda que avisa con tiempo! Bueno, ya que estamos nos tomamos unas
cañas y picamos algo, ¿no? – Manuel sonrió y no tuvo
tiempo de contestar; se vio envuelto en un abrazo de abrigo, bufanda, pelo y
perfume.
-
¿Qué será que ya no hace frío en la calle? – preguntó Manuel quitándose la
bufanda que se acababa de poner al salir.
-
¿Será una jaula de botellines Mahou entre dos? – preguntó Lucía que no podía
evitar la risa tonta.
Bajaron
por Carrer d´Aribau en dirección al metro Universitat. Un piti y me cojo el
último metro, dijo Lucía.
(joder,
¿y si se lo sueltas ahora?)
-
Va, ¿y si nos tomamos la última? Mañana es viernes.
-Joder,
Manu, mañana no habrá quien me levante. Venga, dale.
El
garito había vivido mejores épocas. Lucía se sentó en un taburete de la barra.
Sonaba Fito a todo volumen para disimular la ausencia de clientela. Hacía frío
y ni siquiera se quitaron el abrigo. Manuel se quedó de pie y la miró
fijamente.
-
Pues, ¿sabes qué, Manu? que deberíamos hacer esto más veces…
-
¿Hacer qué? - preguntó Manuel.
-Pues
salir a diario, tomarse una caña con la gente a la que quieres…esto es lo que
uno recuerda cuando pasan los años, no los guasap, los posts, los tuits…
-
¿Tú me quieres?
(¡BOOM!)
-
¿Qué? Jodeeer… no oigo nada con la música. - dijo Lucía.
-
¿Que tú qué quieres?
(¿Te
ha oído y se ha hecho la loca o no te ha oído? ¡Joder! Puto Fito)
-Ah,
otro botellín. - contestó Lucía
-Pues
que sean dos.
El
camarero recibió la petición con desgana y se tomó su tiempo en servirles.
Después bajó el volumen de la música viendo que los nuevos, y casi únicos,
clientes eran más de hablar que de pegar botes en mitad de la pista.
-
Tengo que contarte una cosa, Manu. No pensaba decírtelo, pero el alcohol es lo
que tiene…
(Dispara)
-Hace
tres semanas me enrollé con Xavi. – sentenció Lucía.
-
¿No jodas?
(Sí
jode, claro que jode)
-
Y, ¿sabes qué? Creo que me mola de verdad. Ni una palabra de esto a Xavi, por
favor… ni a Paula, ni a Joan…
-
Que no, que no, que yo sé guardar un secreto. – dijo Manuel.
(Y
tanto que lo sabes guardar…)
Lucía
continuó hablando mientras despegaba la etiqueta del botellín como siempre
hacía.
-No
hemos dicho nada a nadie porque, no sé, yo no estaba segura…después de lo de
Miquel… ya sabéis cómo lo pasé, y no me quiero colgar demasiado pronto de
nadie…Pero me estoy dando cuenta de que me gusta de verdad, y tampoco quiero
negarme lo que siento, ¿sabes cuando tu mente dice una cosa, pero tu corazón
erre que erre?
-
Sí, me ha pasado alguna vez. Y creo que, después de todo, es mejor hacerle caso
al corazón.
(eres
imbécil, no tendrías que haber venido, ya lo sabías…)
Lucía
continuó.
-Te
lo cuento a ti porque, no sé, siento que contigo… me entiendo muy bien. Desde
siempre, desde la carrera. A veces es que con solo mirarnos ya sabes lo que
estoy pensando. Joder, perdona si me estoy poniendo cursi…pero es que te quiero
un montón.
Manuel
sonrió y, de nuevo, no tuvo tiempo de contestar; se vio envuelto en un abrazo
de abrigo, bufanda, pelo y perfume.
-Yo
también te aprecio un montón, Lucía.
(¿te
aprecio un montón? ¿te aprecio? ¿Qué puta mierda de verbo es ese? La quieres,
la amas, la deseas…darías lo que fuera porque se quedara bloqueada la puerta de
este garito de mierda y os quedarais a vivir ahí encerrados para siempre)
-De
hecho, Manu, te diré una cosa, ya que la noche va de confesiones…tú me gustaste
en su día. Antes de empezar con Miquel, el último año de carrera…estuve pillada
por ti tooodo un verano, el del concierto de Bunbury ¿te acuerdas? Si Paula te
contara las chapas que le daba…
-
Y, ¿por qué no me dijiste nada? - preguntó Manuel.
(y,
¿por qué no se lo dices tú ahora?)
-Bah,
yo qué sé. Te liaste después del concierto con una de rizos y me pillé un
rebote… no recuerdo ni el nombre, igual tú tampoco… y pasó el verano y ya se me
pasó la tontería… ¡qué chorrada!, ¿no? Quiero decir, que ya no tiene
importancia, casi se me había olvidado… pero me ha hecho gracia recordarlo ahora.
– explicó Lucía.
-
Sí, tiene su gracia.
(todo
es un verdadero chiste)
-
¿Sabes cuál es la teoría de Paula? – dijo Lucía divertida. - Otra
chorrada como una casa de grande. Dice que un chico y una chica heterosexuales
no pueden ser amigos sin más. Dice que hay varias opciones: o él, o ella, o
ambos, en el momento presente, o en el pasado o en el futuro sienten alguna vez
algo más allá de la amistad. Pero que, nunca, nunca, puede darse una amistad
pura sin más sostenida en el tiempo. Qué gilipollez, ¿no? Yo creo que sí es
posible. Aunque bueno, mira, en nuestro caso ha acertado... Menos mal que
nosotros superamos ese escollo del verano de fin de carrera y podemos tener ya
una amistad sin más.
-
Paula y sus teorías para todo. – suspiró Manuel.
-
Oye, habrá que irse a casa. Que mañana nos vamos a morir. - dijo Lucía
-
Sí.
(sí,
mañana nos vamos a morir)
-Ah,
por cierto, Don Manuel, en las próximas cañas te toca hablar a ti. Que siempre
tienes bajo llave lo que se esconde en ese corazoncito…
Lucía puso la mano en el pecho de Manuel y no pudo percibir que, debajo del abrigo,
del jersey, de la camisa y de la camiseta interior había un amasijo de hierros humeantes,
como un coche después de un incendio.
-Vale-
dijo Manuel- ya el próximo día te cuento. O, si se atranca la puerta de esta
mierda de garito con nosotros dentro, pues esta misma noche hasta que vengan
los bomberos…
Los ojos de Lucía brillaron divertidos ante la
ocurrencia de Manuel y éste se quedó mirándolos fijamente durante unos segundos.
(míralos
bien, ahora, grábalos a fuego en tu memoria…para siempre.)