Queridos Reyes Magos,
Creo
que me gusta escribir. Me apunté al curso de escritura con el convencimiento de
que había sido puro azar. Cuando me preguntaban por los inicios de mi vocación pensaba
que ésta era la misma que podías tener para la pintura o la fotografía, es
decir, ninguna. Nunca había sentido esa necesidad vital de escribir de la que
hablan los grandes escritores.
Y
volví a la segunda clase porque la gente parecía maja y “ya que lo he escrito
tendré que leerlo”. Entonces resulta que en la tercera clase descubro que los
compañeros después de clase se toman religiosamente una cerveza. Porque, claro,
un escritor tiene que ser bohemio y salir días de diario. Esos momentos son los
más esperados y muchas veces son mágicos porque las historias que se crean
durante la clase no se extinguen y te ves tomando unas cañas con el personaje
del cuento de tu amigo. Y eso que es un asesino.
Hace ya algunos años que Cabezas
de Ajo salió a la luz. A partir de ese momento nos dimos cuenta de que en
nuestro día a día habitaban los cuentos y de que los escritores, como una
especie de recolectores, íbamos manejando una gran criba para entresacarlos de la vida real. No
aparecen como elefantes en mitad del camino, son más bien hormiguitas que sólo
descubre quien pasa por el mundo con atención. Luego hay que tomar una
decisión, cuando uno se topa con un cuento puede decidir escribirlo o dejarlo
pasar. Un día, en mi trabajo, me asomé por la ventana y para mirar hice un
hueco con los dedos entre las lamas de las venecianas. Ahí, en ese simple
gesto, supe que había una historia… policiaca, de terror, quién sabe…pero la
dejé escapar. No siempre es el momento y no siempre uno quiere escribir todo lo
que sabe.
Sin embargo, el día que viajaba
en metro y en el asiento de enfrente una chica tenía la mirada más triste que
había visto jamás, supe que los ojos de Alicia desde aquel instante, formarían
parte de mi mundo de ficción.
Muchas otras veces los cuentos
surgen a partir de los recuerdos y hay que hacer un gran esfuerzo de memoria
para rescatarlos. Y cuando estás describiendo las gafas de pasta y los temibles
pasos de Sor Patrocinio te ves a ti misma aterrorizada tras el pupitre de
colegio. Una sonrisa se dibuja en tu cara mientras lo escribes porque rememoras
los juegos infantiles en el patio, los apellidos de tus amigos del colegio y de
repente la boca te sabe a peta-zetas.
Son curiosas las ocasiones en
las que un personaje de un relato habita en la vida real. Mucha gente no se da cuenta, incluso a veces
ni él mismo lo sabe, pero tu obligación moral como escritor es darle a ese
individuo un cuento para vivir en él. Un mundo a su medida. Eso hice con
Tiburcio Walter y desde entonces ve pasar los días feliz en su lavandería.
¿Y cuando un título se presenta
delante de tus narices? Yo estaba entre sueños cuando de repente “me
abandonaron las manecillas del reloj”…¡qué responsabilidad la de buscar una
historia a la altura de un título huérfano!
Lo
cierto es que desde los primeros cuentos ha pasado ya mucho tiempo. Hay veces
que echamos la vista atrás y casi nos avergonzamos (o nos da la risa) al leer
los primeros relatos. Pero la evolución es la parte más bonita del aprendizaje.
Mientras tanto sigue corriendo la cerveza, los compañeros de clase hace mucho
se convirtieron en amigos y el sol (en la realidad o en la ficción) sigue
saliendo todos los días.
Después de la ilusión de los primeros
tiempos, cuando contábamos las entradas al blog una por una como auténticos
triunfos, hemos ido aguantando este tiempo más discretamente de lo que nos
hubiera gustado…pero sabiendo que tenemos incondicionales (algunos incluso más
fieles que nosotras mismas) que calladamente esperan noticias nuestras. Y aquí
estamos, aquí seguimos.
Ahora sí, ya sé que no estamos
en fechas, aunque la Navidad pronto se nos echará encima…pero pensamos que cualquier
momento es bueno para ilusionarse, para desear cosas con todas las fuerzas e
incluso para correr el riesgo de que nunca se cumplan. Por eso, este año,
aunque no sabemos si hemos sido buenas, os pedimos que Cabezas de Ajo continúe
con más fuerza que nunca, que podamos llevar a cabo las ideas que tenemos, que
las cosas que escribamos conmuevan y animen a participar, a escribir, a
compartir. Y sobre todo que celebremos que estamos aquí. Más vivos que nunca.
Cabezas de Ajo